Manto de silencio y pólvora: Sáhara

La semana pasada tuve ocasión de asistir a la asamblea anual de FANDAS (Federación Andaluza de Asociaciones Solidarias con el Sáhara) que se celebró en Arbolote (Granada). De las conversaciones con los participantes y de las intervenciones que hubo me surgen las siguientes reflexiones. Unas reflexiones que quiero pasar a papel y a la red porque la primera agresión que se hace contra el pueblo saharaui es el cubrir su situación con un espeso manto de silencio, para tapar un conflicto vergonzante que debería sonrojar a occidente.

La primera es que la situación del pueblo saharaui se prolonga ya por más de 35 años. Ese es el tiempos que hace que España entregó vergonzante e ilegalmente el territorio de la antigua colonia del Sáhara a Marruecos y Mauritania, en lugar de a su legítimo dueño, que no es otro que el pueblo saharaui, como reiteradamente ha reconocido la ONU en sus resoluciones. España abandonó el Sáhara pero, jurídicamente, sigue siendo la administración responsable del territorio, pues el proceso de descolonización no ha culminado. La dejación que hace España de sus obligaciones legales, históricas y morales no impide que siga siendo responsable de lo ya ocurrido y de lo que pueda ocurrir.

La crisis financiera y económica, consecuencia de la voracidad especulativa de occidente, golpea con especial saña y crudeza al pueblo saharaui. La ayuda humanitaria internacional ha descendido en los últimos años en más de un 50%. Las “caravanas por la paz” que llegaban a Tindouf varias veces al año desde distintos puntos de España se han visto reducidas en número y carga en cerca de un 60%. Como consecuencia de todo ello, la subsistencia del pueblo saharaui se encuentra ya rozando los límites de la desnutrición e, incluso, del hambre.

En los territorios ocupados militarmente por Marruecos, la represión es terrible. Los encarcelamientos por simple orden administrativa, las palizas, las torturas y vejaciones por parte de Marruecos a los saharauis son constantes. A los detenidos durante la destrucción del campamento de las afueras de Tindouf (en territorio ocupado) se les aplica el código de justicia militar marroquí y se les acusa de alta traición, lo que puede suponer hasta la pena de muerte.

Argelia y el Sáhara se encuentran relativamente cerca de Mali y de otras zonas calientes de África. El Polisario ha decidido que los cooperantes, salvo los relacionados con temas específicos de salud, abandonen la zona por razones de seguridad, lo que dificulta más aún la llegada de la ayuda. El malestar y los extremismos son peligrosamente contagiosos. Si no se da una salida política al tema saharaui, si se les condena al hambre, la desesperación del pueblo puede llevar a la radicalización de su juventud que, si llega, será difícil de contener. Sí, la zona es un polvorín y mantener la situación actual del Sáhara es añadir yesca y combustible a una hoguera que se puede encender.

Mientras tanto, Europa mira para otro lado, preocupada sólo por su crisis y buscando salidas cortoplacistas a la misma que, encima, se he demostrado que no funcionan. Una Europa que acaba de recibir el Premio Nobel de la Paz, sostiene y negocia con un país, Marruecos, que ilegalmente está administrando los bienes del pueblo saharaui, especialmente, la pesca, los fosfatos, el gas y otros recursos. Una Europa que será capaz de firmar un tratado pesquero con Marruecos – un país pseudodemocrático y que sistemáticamente conculca los derechos humanos – incluyendo en el mismo las aguas del caladero saharaui, a pesar del pronunciamiento en contra del propio Parlamento Europeo. A esta Europa, hipócrita e incapaz de entenderse en sí misma, le han dado el Nobel de la Paz. Quizás lo más acertado hubiera sido rechazarlo por coherencia. Desde luego, por su comportamiento en el Sáhara Europa no puede presumir de ser la cuna de la democracia y la libertad.

A pesar de todo esto, a pesar de que la crisis también les golpea directamente, a ellos y sus familias, el movimiento de solidaridad saharaui, agrupado en torno a FANDAS, sigue vivo en Andalucía. Son conscientes de que el problema del Sáhara tiene que tener, ante todo, una solución política. Y de que no valen las continuas llamadas del gobierno español “al entendimiento entre las partes” (palabras manoseadas hasta el límite del vómito). ¿Cómo se puede poner en el mismo plano a la víctima y al verdugo? ¿Cómo se pude dar el mismo trato a la violada que al violador, diciéndoles que recurran al diálogo para solucionar su problema? La gente de FANDAS es también consciente de la necesidad de continuar potenciando la ayuda humanitaria. Y en estos tiempos de crisis y de paro, muchos de ellos están parados, siguen colaborando y recogiendo ayudas para los saharauis. Su gesto de solidaridad, en esta cultura dominante del beneficio a corto y la demagogia de lo primero lo mío, está cargado de rebeldía revolucionaria.

Y, finalmente, una pequeña pincelada de esperanza. En la actual coalición de gobierno en Andalucía, Izquierda Unida asume la responsabilidad de la cooperación internacional. Que nadie dude que esto se va a traducir en un mayor apoyo para el pueblo saharaui y el que hoy es su representante legítimo, el Frente Polisario. Apoyo en lo humanitario, fundamental para subsistir, pero, sobre todo, en lo político. Porque debemos ser fieles a la posición mayoritaria del pueblo andaluz. Que indudablemente no es otra que reconocer y respetar el derecho a la autodeterminación del pueblo saharaui.